Estoy aquí, frente a una página en blanco, pensando desde hace un buen rato como comenzar un artículo sobre el bloqueo creativo.
Lo he comenzado varias veces y lo he borrado con las mismas.
Se que suena un poco irónico.
Vamos allá otra vez.
Por algún sitio hay que empezar, así que simplemente he empezado a escribir. Decía Stephen King en el prólogo de uno de sus libros que su respuesta a la pregunta de “Cómo se escribe” o “cuál es su método creativo”, era “una palabra detrás de otra”. Puede parecer decepcionante, sí, pero la Muralla China también es un bloque de piedra detrás de otro y parece ser que esa cosa se ve desde el espacio*.
¿Por qué escribo sobre esto? Bueno, creo que es uno de los mayores temores para un creativo, que las ideas se agoten. Ese temor que entra cuando, de repente, da la sensación de que el depósito de las ideas se ha cerrado y secado. Comienzan los tachones, las bolas de papel en la basura, andar en círculos mascullando con el ceño fruncido. Ese miedo que te impide avanzar, una barrera que paraliza el flujo natural de pensamiento.
Es algo que he padecido varias veces en mi vida, como le habrá pasado a tantos otros que se dediquen a las labores creativas. Llega un momento, que notas que las ideas no vienen a ti tan rápidamente como antes, que empiezas a recurrir a las mismas soluciones que ya has utilizado en otras ocasiones. Percibes que no das con algo fresco y excitante, que no vas por un camino adecuado, con una idea que te recorra el cuerpo como si fuera corriente eléctrica.
Os hablaré de mi caso, no como ejemplo de nada, simplemente como experiencia. Espero que con ello, alguien que se encuentre en la misma situación pueda sentirse identificado y pueda reconfortarse.
En mi carrera profesional he tenido varios baches creativos. Estos son normales cuando te dedicas a este tipo de actividad, no somos infalibles y a veces las musas simplemente se esfuman. Generalmente, en mi caso, no tardaban mucho en volver, lo cual hacía que no me preocupara en exceso por ello y no reflexionara sobre esta cuestión. Hasta que un día simplemente no volvieron.
Esto me empezó a preocupar, porque no era algo a lo que estuviera acostumbrado. Esta situación, claro, creaba una retroalimentación negativa. Un circulo vicioso. Me agobiaba porque no me salían ideas y no me venían ideas porque me agobiaba. Pensé que era simplemente puro agotamiento físico y mental, llevaba un ritmo un poco frenético de trabajo, además de mi involucración en una variedad de proyectos personales y creativos. Pero incluso tomando vacaciones y descansando, no notaba que recargara pilas a ese nivel, mi mente no descansaba. Llegó un punto que al enfrentarme a un nuevo proyecto, me ponía nervioso, frenético e inseguro.
Esto podía repercutir en mi trabajo, claro, donde pienso que siempre debes estar al 100% de tu capacidad en los proyectos, sea de la envergadura que sean, y sean estos proyectos personales o profesionales.
A raíz de reflexionar sobre ello (y al comentarlo con gente cercana a mi), me di cuenta de que estaba haciendo un montón de cosas mal en cuanto a mi manera de afrontar este problema.
Para empezar, puede parecer obvio, pero muchas veces, las cosas no surgen por obcecarse o forzar la maquinaria. Machacarse, sea frente al ordenador o ante un bloc de esbozo no tiene por qué funcionar. Puede que el resultado sea todavía más frustrante, al no conseguir nada. Yo era incapaz de dibujar una línea sin arrancar el papel y tirarlo a la basura. Simplemente cerraba el bloc e intentaba auto-convencerme de que “mañana saldrá mejor”. Pero no sucedía así.
Lo que estaba viviendo era un ciclo continuo de miedo y ansiedad. Miedo a tener que enfrentarme a una hoja en blanco y ansiedad al no sacar nada productivo de ello.
Si hablamos en términos psicológicos (y físicos), el miedo provoca en el cuerpo un estado de ansiedad y el no enfrentarte a ese temor nos crea una sensación de falso bienestar, al bajar los niveles de ansiedad cuando ponemos distancia entre lo que nos produce miedo y nosotros. Falso bienestar porque nos hace sentir bien en ese momento, pero cuando volvamos a tener el problema delante de nosotros, la emoción negativa volverá y será más intensa.
Realmente no es que las ideas se hayan esfumado, es simplemente que hay una barrera mental producida por ese miedo que nos impide encontrar soluciones creativas, ideas. Es un miedo creado por las expectativas, por el miedo al fracaso, por un exceso de autocrítica, por no estar a la altura de una auto-exigencia impuesta, falta de coraje para recorrer caminos nuevos o el temor a equivocarnos.
Tras estar varios años realizando proyectos creativos y artísticos profesionales y personales, me acostumbré a lo que me funciona, incluso empecé a acomodarme en un estilo, en una manera concreta de hacer las cosas para conseguir resultados aceptables. Por una parte es una manera de crear un estilo personal, pero por otra, estaba limitándome.
Personalmente, no me gusta repetirme, caer en el auto plagio, reciclar ideas y andar por caminos ya recorridos. Denoté que eso empezaba a suceder, pero tampoco sabía cómo afrontar nuevos puntos de vista. No sabía qué hacer ni qué contar.
La única manera de enfrentarse a esta situación es salir de la zona de confort, e ir alcanzando pequeñas metas, enfrentándote poco a poco a ese miedo paralizante, para que así la ansiedad se reduzca, hasta que ya no sea un obstáculo y puedas seguir avanzando. Esto no es algo mágico ni tampoco es algo que ocurra de un día para otro, pero creedme que funciona.
Vi que enfrentarse furiosamente al bloc de esbozo no era la solución, así pues probé un montón de cosas diferentes. Son cosas que a mí me han funcionado. No es una receta mágica, ni un decálogo de “diez cosas para ser más creativo” o alguna estupidez parecida, ni siquiera es una lista de consejos. Cada uno debe buscar su propia manera de llegar a ese desbloqueo. Pero quizás alguna pueda ayudar a alguien.
Para empezar, es bueno moverse físicamente. Te oxigenas y te ayuda a pensar mejor. Si no te gusta hacer deporte, camina. Simplemente caminar a mí me ayuda. Reactivas el cuerpo y parece que los engranajes mentales están más engrasados después de una buena caminata. Yo personalmente pienso mejor tras un buen paseo y cuando busco soluciones, muchas veces las encuentro caminando.
Algo que puede parecer obvio es ver cosas que te inspiren y estimulen, pero no en modo automático, que era lo que yo hacía. Internet es una fuente inagotable de recursos para la inspiración pero hay que saber digerirlos y yo a veces simplemente tenía falta de retención visual por sobrexposición de estímulos. Está bien ver algo que nos llame la intención y preguntarse cómo está hecho, y por qué. Yo tenía (y tengo) la manía de ver muchas cosas de manera online, pero verlas excesivamente deprisa, sin que pudiera tener mucho calado. A veces nos sometemos a tanto impacto visual continuo que creo que el cerebro desconecta ante tanto estímulo. Las cosas que te inspiren también pueden estar por la calle. Intenté ser más analítico con lo que me rodeaba, no solo con lo que veía en la pantalla. Esforzarme en los detalles cotidianos, en objetos. No es algo que obviara antes, pero llegó un momento que dejé de prestar atención a estas cosas y es algo que me afectó negativamente. Esforzarse en tener una mirada analítica de las cosas es algo que todos los creativos debemos proponernos.
Por supuesto, es óptimo el poder viajar, a mayor o menor escala, visitar sitios nuevos, descubrir cosas, ver exposiciones y tener apetito cultural. El cine, los libros y los comics siguen siendo para mi una gran tabla salvavidas. Y sobre todo, volver a tener curiosidad por todo cuanto te rodea. O esforzarte por tenerla. Preguntar cuando no sabes algo. Y aprender a escuchar.
Una de las cosas más difíciles al menos para mi: dibujar, escribir o diseñar sin prejuicio y sin expectativas. Puede que al principio sin rumbo también y sin finalidad, empezando incluso por meros garabatos como cuando hablas por teléfono con alguien. Evitar toda ambición. Recuperar el sentido de diversión que tiene cualquier actividad creativa. Jugar. Esto es complicado cuando tienes un deadline a la vuelta de la esquina y un cliente con prisas, por supuesto. Pero eso tampoco tiene por qué ser malo, la urgencia a veces puede ser positiva, no soy partidario de darle demasiadas vueltas a las cosas, puedes perder la frescura por el camino. Debemos tener todo esto en cuenta la hora de intentar encontrar la motivación (en la medida de lo posible) en cada trabajo u obra que se realice. Cada proyecto debe ser un reto y debe ser ilusionante. El enfrentarse de una manera lúdica (que no por ello menos profesional) ayuda a minimizar el tedio en el trabajo, aunque a veces las circunstancias no ayuden. El que un cliente esté en sintonía contigo ayuda mucho, también.
Como ya comenté, salir de la zona de confort implica obligarse a probar técnicas que no has probado nunca, cosas que nunca harías en condiciones normales, estilos que incluso no te gustan o están alejados de tu preferencias. Aprender de las cosas ajenas a ti y hacerlas propias.
Hace un año me propuse un reto personal, que sirve a modo de ejemplo de lo que comenté más arriba de proponerse pequeñas metas para ir enfrentándose al miedo de falta de creatividad. Decidí que sería interesante “obligarme” a realizar un collage al día durante un año. 365 collages. Además me puse ciertas normas estrictas. Sería lo primero que hiciera cada mañana a modo de gimnasia creativa. Además, no debía de tardar más de 15 o 20 minutos en hacerlo. Si me excedía de ese tiempo, significaba que estaba dando rodeos, dudando y esa no era la finalidad del reto. La finalidad era conseguir hacer una ilustración tipo collage al día con la mente en blanco, sin más inspiración que lo que llevara en la cabeza en ese momento. Una vez realizada, me prometí no volverlas a abrir para retocar o mejorar, sea cual sea el resultado. Esto hizo que relativizara el acabado y me centrara más en el proceso. Una vez que tenía una composición lista, en un cuarto de hora, la cerraba y publicaba en Instagram, sin darme tiempo a reflexionar sobre ella. Dejé de pensar en si era mala o buena y también en la reacción del público a ella. No importaba si una imagen tenía un 1 like en Instagram o 150. Estaban todas al mismo nivel.
Sin darme cuenta y conforme fui haciéndolo, esto empezó a ser beneficioso para mí. Por un lado, me estaba sirviendo de “calentamiento” o gimnasia creativa por las mañanas, antes de enfrentarme a la jornada laboral. Por otro, en un afán de no repetirme, me empezó a servir para probar todo tipo de técnicas, acabados, combinaciones y estilos. No había ningún tipo de restricción estilística. Cada collage era una reacción al anterior o una consecuencia, un giro distinto, un punto y aparte o una vuelta de tuerca. A lo largo de este año, he probado cosas gráficamente que no había hecho antes.
Estoy bastante orgulloso. Realicé obras mejores y otras peores, algunas terribles, algunas que me gustan más o menos, pero a nivel global estoy muy orgulloso del conjunto, ya no de las obras a nivel individual (uno no da en la diana todos los días, ni se pretende, una parte importante de probar cosas es equivocarse) si no del conjunto. No ha sido todo fácil, es un camino con subidas y bajadas, pero mi sensación ahora es que me quedan muchas cosas por probar, y ese es el punto al que quería llegar. De nuevo tengo la sensación de electricidad que recorre mi cuerpo por las posibilidades que están esperando a entrar en mi cabeza.
Y esto ha sido simplemente poner un ladrillo detrás de otro, como citaba al principio. No hay más secreto para construir la muralla china. Obviar la meta y disfrutar el recorrido. Nada de esto ocurre de un día para otro y por supuesto esto siempre es fruto de un trabajo continuo, la inspiración nunca caerá de un árbol en forma de manzana Newtoniana y siempre he pensado que los “insight” o los estallidos de inspiración son más un resultado de una búsqueda de soluciones a nivel interno, a veces subconsciente. Tampoco creo que vaya a evitar el volver a tener un bloqueo de este tipo (reitero lo dicho, ni somos infalibles ni hay necesidad de serlo), pero al menos espero tener un puñado de herramientas a mano con el que superarlas de la manera menos traumática posible.
Así también he construido este texto, tras varios pasos en falso, dudas iniciales y de nuevo un pequeño temor a la página en blanco. Una palabra detrás de otra.
Eso es todo.
* Ya se que La muralla china no puede verse desde el espacio, es una leyenda urbana. Pero aún así no deja de ser un hito de construcción, ¿eh?