Mientras escribo suena Floating on a Moment de Beth Gibbons
Hola;
Espero que estés muy bien o por lo menos mejor que hace dos semanas.
Me gustaría hablarte de algo a lo que llevo dándole vueltas desde hace unos días. Verás, decía Alan Moore que la magia y el arte estaban muy relacionados porque ambos conceptos se basan en crear cosas de la nada. Y por el camino, alterar la conciencia (la del creador y la del receptor).
Por cierto, no sé si sabías que en su origen, las palabras magia, arte y tecnología eran análogas.
Recuerdo darme cuenta de ello (sin conocer este aforismo de Moore) de manera abrupta hace casi 25 años, cuando empecé a tocar con un grupo de amigos, que tiempo después comenzaríamos a crear música bajo el nombre de Midnight Mystery Theatre.
En uno de nuestros primeros ensayos, aún siendo tremendamente torpes con nuestros instrumentos, así lo sentí. Unos intérpretes e instrumentos que emitían ruidos caóticos pero que eran capaces de coordinarse para crear algo que, con toda la distancia del mundo, se parecía a la música que queríamos sentir y escuchar.
Aquello, a falta de una palabra mejor, me pareció magia y es una emoción que sigo sintiendo hoy en día cuando creo una pieza musical.
Realmente no hay nada místico en ello, se parece más a un castillo construido con palillos. De lejos es una estructura sólida, pero no dejan de ser palillos ordenados. Y eso es lo que resulta fascinante.
Una especie de estática se queda en el ambiente después de haber compuesto una canción que una hora antes no existía en el mundo. La sensación es extraña y reconfortante, pero sobre todo es rara. Parece que realmente haya ocurrido algo relevante en ese acto de expresión y comunicación. Durante unos momentos, cuando he creado algo nuevo y excitante, el mundo tiene algo de más color y siento como si realmente algo se hubiera movido o cambiado en el mundo. Suena tremendamente pretencioso, pero la sensación es justamente esa. Durante unos momentos.
Luego, la realidad se impone, implacable y te demuestra que esto no es así. Aunque no del todo. Como dije en otra carta, el mundo no cambia, pero tú sí has cambiado un poco. Lo que queda es la sensación de haber creado algo que no existía de la nada.
Magia.
Es increíble que la modulación de ondas de sonido y vibración en el oído pueda provocar tantas sensaciones, module tu estado de ánimo, deje aflorar sentimientos (también recuerdos) y haga que tu cerebro segregue neurotransmisores de manera natural.
Esto, por supuesto, se intensifica exponencialmente al tocar en directo y también ocurre al acudir como espectador a un concierto. Este también me parece un acto mágico, como un ritual atávico. Porque cada concierto es un acto efímero e irrepetible. Por mucho que haya girado un grupo, repita setlist y tenga un sonido similar, nunca habrá dos conciertos iguales y eso hace que cada experiencia sea única. El factor del público y esa energía que se genera y retroalimenta es fundamental. Puedes ver distintos tipos de energía y sensaciones dependiendo del contexto de un evento. Puede ser una experiencia casi primitiva, visceral y directa en una pequeña sala, como experimenté viendo a mis amigos de Efecto Lucifer hace unos días, o bien algo catártico, como fue hace un par de meses ver (por cuarta vez) a Depeche Mode en Madrid.
Al ser experiencias tan distintas, son muy difícilmente comparables, aunque el concepto base sea el mismo, el ver a una banda o artista tocando en directo. Pero si tuviera que quedarme con un contexto de disfrutar de música en directo a día de hoy, sería el primero.
No sé si tú piensas igual, pero para mí , ahora mismo, es más importante el sentir cercana la propuesta que el participar en un evento gigantesco, por muy abrumador que sea. Eso sí, no me arrepiento en absoluto de haber visto de nuevo a DM en directo, en un estado de forma realmente envidiable, además. Y pude disfrutar de un par de días estupendos junto a mi hermana en Madrid que nos vino muy bien a ambos.
En fin, larga vida a la música y a poder seguir disfrutándola tanto escuchándola como creándola. |