Mientras escribo suena Into you de Daniel Davies.
Hola;
Espero que estés muy bien o, por lo menos, mejor que hace dos semanas.
El otro día me acerqué a Murcia Capital par asistir al evento de presentación de la Memoria del Diseño de la Región de Murcia y en una de las charlas que se programaron se trató el tema del archivo y la memoria.
Me dio por pensar en las toneladas de material que he ido elaborando y almacenando con el tiempo. Al trabajar básicamente de manera digital, voy acumulando discos duros por doquier, que voy apilando y apenas voy revisando. Perdí la información de uno de estos discos duros, que albergaba información entre 2009 y 2013. La mayoría de esos archivos están perdidos (artworks, proyectos profesionales, música original, como por ejemplo todos los masters de mi primer (y único de momento) disco en solitario "Escritura Automática" entre otras muchas cosas.
Mi (vamos a decirlo sin paños calientes) obsesión enfermiza por hacer cosas sin parar provoca, como daño colateral, cierta falta de apego por lo ya hecho.
Ahora estoy interesado en rescatar un viejo disco duro que tiene proyectos del principio de mi carrera (2005-2009) y lo tomo como si se tratara de un artefacto arqueológico. Ahí tengo ilustraciones, música que nunca ha visto la luz y que no recuerdo cómo eran y todo ello, ahora mismo está perdido porque no puedo conectar este disco duro con ninguno de mis ordenadores.
Soy consciente de que debo de dar más importancia al camino recorrido, que eso me rebajaría mi ansiedad a lo que (creo) me queda por recorrer y al menos podría crear un contexto para saber dónde estoy ahora.
Porque a veces no lo tengo claro.
En esta charla que te comentaba se indicó algo que me parece curioso y preocupante: lo complicado que es conservar el patrimonio digital. Cambian los formatos, dejando a otros obsoletos. Algo que dificulta mucho su acceso (intenta leer un disquete ahora). El papel es fácil de conservar, lo digital no. Todo mi archivo impreso está más o menos controlado*, pero la cantidad ingente de material digital que he generado con los años corre el riesgo de irse perdiendo por esto que comento.
Y es algo que me ha empezado a preocupar.
Creo que, sin mucho ánimo nostálgico, deberé de tener una actitud más pro-activa de conservación y orden de lo que hago y he hecho. Mi propio museo de mi memoria.
Aunque solo sea para que cuando yo no esté, esa parte de mí, al menos, sí.
Y ahora una pequeña confesión que te hago, entre tú y yo:
Hasta hace no mucho tiempo pensaba que la mejor parte de mí, o la única que merecía la pena ser tenida en cuenta, era mi obra (o algo de ella). En última instancia, yo no era más que la suma de lo que creaba. Eso provocaba y lo sigue haciendo, mucha angustia en mis fases de inactividad.
Desde hace tiempo intento no ser una persona que piensa así, porque no creo que sea positivo en absoluto. Estoy lidiando con ello.
En fin, a lo que iba. Todo esto ha hecho que me dé cuenta de algo: que he parodiado este rasgo mío en la entrevista que he publicado de Pecker Flamingo. El texto lo hice hace un tiempo y ahora me he dado cuenta de ello. Y eso me ha llevado a una segunda conclusión. Ahora que se puede ver ya un poco mis intenciones con Lazaretto Island, debo de reconocer que hay más de mí en todos estos personajes de lo que en un principio hubiera pensado.Y reirse de uno mismo está guay. Es un buen baremo para comprobar si te has convertido en un gilipollas o no.
Que por cierto (creo que esto ya te lo comenté) lo que más me gusta de crear historias es cuando los personajes adquieren vida propia y toman sus propias decisiones, esté yo de acuerdo con ello o no. Me parece algo totalmente mágico. Pero de eso te hablaré otro día.
Los archivos perdidos que te comentaba no están realmente perdidos del todo. Conseguí hacer un rescate de disco duro y recuperé la mayoría de ello. Por contrapartida, el sistema de recuperación de archivos no conservó ni el nombre de archivos ni la estructura de carpetas, por lo que ahora tengo una cantidad ingente de archivos desordenados y con números por nombre. Solo conservan su extensión original. Es como ocurre en muchos archivos documentales, que tienen pilas de documentos esperando a ser clasificados.
O como en aquel mítico almacén.
Y como siempre, la falta de tiempo es lo que hace que todo eso siga así, una cantidad amorfa de gigas y gigas de información a la que no es posible acceder de manera rápida.
Esto me ha hecho recordad una curiosidad. No sé si habías reparado en que no hay registros de la voz de Federico García Lorca. Pero es posible que esta se encuentre en los registros fonográficos de una radio argentina, ya que recitó sus versos allí en los años 30. Con tiempo (lo que se traduce en medios y dinero) se podría buscar ese registro, aunque es un poco buscar una aguja en un pajar. Me da la sensación de que puede que tampoco sea ahora mismo una prioridad para el gobierno argentino, por lo que sea.
Por cierto, me estoy leyendo (poco a poco) "Poeta en Nueva York". Ya te contaré, pero la sensación que sobrevuela siempre cada vez que leo algo de Lorca es de profunda tristeza. La que provoca que uno de nuestros más inquietos creadores nos fuera arrebatado tan pronto. Además, vilmente asesinado.
Asesinado, lo escribo otra vez. En negrita.
Porque tal y como están las cosas, algun@ saldrá y dirá que Lorca murió por accidente por caerse de un tercero o vayas tú a saber.
*¿Pero por qué me engaño a mí mismo? |