Cuando se levantó aquella mañana, nunca habría supuesto que sería su último día de vida. “De haberlo sabido”, pensaba, mientras se veía desangrarse entre el amasijo de hierros del coche, “habría hecho las cosas de otra manera”.
“A quién quiero engañar, a estas alturas” se dijo, ya a punto de perder la consciencia.
“Ni aún sabiéndolo hubiera tenido el valor para cambiar nada”.