Mientras escribo suena We Have A Map of the Piano de Mum
Hola;
Espero que estés bien, muy bien o, al menos, mejor que desde mi última carta.
Sé que la respuesta es, posiblemente, que no. Es complicado, después de estas semanas. Entiendo que es difícil encontrarse bien estos días. Mucho menos mejor que antes. Las circunstancias no acompañan. Demasiado ruido y demasiada furia. También demasiada tristeza. Y demasiado lodo.
Literal y metafórico.
Sentimos una sensación de hastío y de derrota que cala como la humedad. No sé si a ti te ocurre también, pero me es muy complicado ver el futuro con optimismo en estos momentos.
No creo que vaya a descubrirte nada nuevo. Lo de la Comunidad Valenciana (y zonas afectadas de Albacete) ha sido horrible, mucho. Posiblemente sea la mayor catástrofe natural que nuestra generación haya visto con sus ojos en este país. Durante estos días íbamos recibiendo información y un lodazal ingente de desinformación, que ha hecho que nos sintiéramos impotentes observando todo lo que ocurría allí desde nuestras pantallas. Al igual que ha hecho la riada, una tromba de iluminados, nazis, desinformadores, pseudoperiodistas, influences y gente en definitiva sin escrúpulos ha arrasado con todo.
Me daba pudor, así te lo dije, enviar mi anterior carta hablando de cosas triviales y anodinas mientras todo esto pasaba. No era un pensamiento particular, lo he visto en multitud de personas acostumbradas a comunicar a través de redes contenido más ligero o de entretenimiento. Mientras muchos no paraban de hablar, otros nos quedamos sin palabras ante todo lo que estaba pasando, en shock y paralizados. Llevaba sin ocurrirme esto desde la pandemia, cuando pasé por un proceso de sobreinformación que me superó y me creó la necesidad urgente de desconectar.
Creo que es importante distinguir en ese caso lo que es la evasión como válvula de escape siendo consciente y sensible a una terrible situación de lo que es la negación de la realidad.
O la negación de aceptar que vivimos en un mundo complejo, contradictorio e impredecible. Lo primero es una reacción natural, incluso sana y terapéutica para no sumirnos en un pozo de negatividad y que la realidad nos aplaste, porque en eso la realidad es implacable.
La cultura nos ha salvado muchas veces y de nuevo lo hace. La última vez que nuestra cordura como sociedad pendió de un hilo fue en la citada pandemia y yo me asusto solo de pensar en qué hubiera pasado si no hubiéramos podido refugiarnos en el cine, la literatura o la música. La cultura, siempre tan infravalorada, menospreciada y ninguneada, nos puede ayudar a entender el mundo pero también a escapar de él y de hacer nuestra existencia más llevadera. Creo que es importante llegar a un equilibrio entre estos dos polos. Refugiarse en un escapismo debido a la incapacidad de hacer frente a la realidad en la que vivimos es, en cierta medida, una de las causas de muchas cosas malas que ocurren ahora, estoy convencido de ello. Y no lo digo yo, lo dice gente bastante más inteligente que yo.
Las ideologías fascistas, las teorías conspiracionistas y la desinformación surgen de una corriente de negación de la realidad, de la incapacidad de aceptar la complejidad del mundo y de no poder aceptar que las cosas ya no son ni blancas ni negras, si es que alguna vez lo fueron.
No interpretes esto como esa falsa equidistancia que siempre tiende a inclinarse hacia un lado (suele ser el derecho).
Créeme, cualquiera que diga “son todos iguales” nunca va a estar pensando en ese “todos”. Nunca. De hecho, no hay nada más sesgado que ese “todos” que suele significar “no tengo el valor de defender a los de mi cuerda, pero por supuesto que estoy repudiando solo al opuesto a mí”.
Porque algunos sistemas de pensamiento nunca decepcionan y otros nunca son suficientemente buenos.
Llevo bastante tiempo intentando aceptar las complejidades del mundo que nos ha tocado vivir, sus contradicciones, las mías y la aleatoriedad de todo lo que nos rodea. Y mi conclusión, en grueso, es que no existe la justicia, solo causas y consecuencias. Y esto puede ser difícil de digerir.
Pero para hacerlo más tragable, ahí siempre está el arte y la cultura, tanto hacerlo como disfrutarlo (siempre me voy a negar a llamar a eso consumir). Para analizar el mundo en el que vivimos y quienes somos y para huir de todo ello. Para lanzarnos un montón de preguntas y puede, que por el camino, llegar a alguna respuesta.
Y tras este sermón (disculpas), quiero que este espacio siga siendo una taza de café o té caliente en tu día. O que al menos te pueda llegar a hacer sentir confortable entre tanto ruido y tanta furia. Y tanto lodo.
Así que voy a hablarte de algunas cosas que pueden hacer que te sientas bien y así, por el camino, creo que yo también me sentiré un poco mejor. |